CUANDO SUENA LA CAMPANILLA

El sonido de una campanilla lo despertó en plena noche. Despacio, se incorporó, frunciendo el ceño en señal de extrañeza. Una extraña luz procedente de la luna entraba por la ventana, le reveló que su esposa no dormía con él. La campanilla dejo de sonar de repente y él se levantó con cautela. Le dio al interruptor de la lámpara de la mesita de noche, pero ésta no se encendió. En un principio, pensó en el sonido de la campanilla, pudiera haber sido tan solo un sueño. Sonrió con sarcasmo. Pero había algo que lo inquietaba, no se oía un ruido, no se oía nada. Silencio, un silencio inquietante. Despacio, se aproximó al interruptor al lado derecho de la puerta, ninguna luz se encendió. Pensó que debía ser una avería general, ya que las luces del vecindario estaban apagadas también. Avanzó recorriendo la casa, solo iluminada por la luz fantasmal de la luna llena. Al entrar al salón, vio junto al gran ventanal que da acceso al jardín, una figura negra encapuchada que le daba la espalda. En un principio pensó que era su mujer gastandole una broma, pero cuando la figura se giró, vio que no era ella. Era una mujer de rostro pálido y muy hermosa, en su blanca mano derecha sostenía una campanilla de plata. Se quedó brevemente, absorto. Ella no se movió.

   - ¿Quién eres? -preguntó él.

   - He venido a buscarte -respondió ella.

   - ¿Cómo que has venido a buscarme? -le recriminó él- Estas en mi casa.

   - Esta ya no es tu casa -contestó ella con severidad.

   - Será mejor que te marches de aquí o llamaré a la policía.

   -Admítelo, ya no perteneces a este lugar -él la miró extrañado, tenia la respiración agitada y no comprendía nada.

   - ¿Cómo que no pertenezco a este lugar?.

   - ¿Acaso no lo entiendes?

   - ¡Fuera de mi casa! -respondió ya molesto- ¡No me voy a ir a ningún sitio contigo!

   - Debes venir conmigo- contestó ella mirándolo fijamente.

   - ¡Te he dicho que no! -cogió el teléfono para realizar una llamada, pero comprobó que no había linea.

    - Ven.

    -¡Largo de aquí! -colgó el teléfono con brusquedad.

    - ¿Es tu última palabra?

    - No quiero volverte a ver jamas o lo lamentaras -dijo ya fuera de si.

    - Esta bien -contestó ella con serenidad- Te quedaras aquí para siempre. Si esa es tu voluntad.

La mujer pasó por su lado, internándose en el oscuro pasillo. Su figura se fusionó con la oscuridad reinante. Él se quedó ahí unos segundos y a continuación, fue a ver si se había marchado. Fue a abrir la puerta principal, pero estaba cerrada. Buscó la llave por todas partes, no la encontró por ningún lado. Se dirigió a una de las ventanas para abrirla, pero sin éxito. Fue por toda la casa, mirando a ver si las demás ventanas se podían abrir. No pudo, ninguna se abría. Desesperado cogió una silla y la lanzó contra el cristal. No le hizo ni el menor rasguño. Se percató de algo, ¿cómo aquella mujer había entrado en la casa y después salir, si todo estaba cerrado?. Registró toda la casa, algo raro pasaba. Vio el reloj de la cocina, marcaba las 22:37. Se paseó por toda la casa de nuevo, inquieto. Entonces se dio cuenta de algo, el reloj digital de la mesita de noche de su cuarto, marcaba la misma hora que el de la cocina. No entendía nada. Miró por una ventana, en lo alto del oscuro y negro cielo, brillaba una pálida luna. Encerrado en casa, solo pudo esperar a que amaneciera. Pero el sol y la luz no volvería a iluminarle jamas. El tiempo se para cuando recibes su visita y más aun, si te niegas a seguirla. Debes comprender tu situación cuando ella toca su campana, así podras cruzar al otro lado. Si te quedas, tu alma se atormenta hasta enloquecer y si lo entiendes, después de que la Muerte se ha marchado, tu espíritu caerá en una oscuridad, de la cual, es difícil de salir. Él lo entendió cuando ya era tarde, ni siquiera recordaba como murió.