Historia del Más Allá

Hace unos años, visitando el cementerio de Alfaro (La Rioja) -yo vivo aquí para el que no lo sepa- viendo el panteón de la familia Saenz de Heredia, una mujer me contó una historia muy curiosa sobre una tumba cercana a este panteón. En esta tumba, descansa eternamente, un joven. La mujer me narró esta historia...
A mitad del siglo XIX, una joven de familia adinerada, los Saenz de Heredia se enamoró de un muchacho pobre, un criado que trabajaba en su noble casa. En esa época, no estaba bien visto que una joven de su clase fuera cortejada por un plebeyo. ¡Por Dios, que dirían las amistades de esa relación! Sin lugar a dudas, era un amor imposible a la vista de los demás. Pero los amantes, mantuvieron en secreto su amor, a espaldas de ojos críticos y maliciosos. Pero el destino, puede ser algunas veces cruel y la muchacha cayó enferma. Su familia la  apartó de él desde el primer instante y nunca le dejaron verla. Una noche fría, cuyas nubes oscuras amenazaban lluvia, el corazón de la joven se paró, su vida se apagó del mismo modo que se apaga la llama de una vela. La muerte fue en su busca, llevándose su alma al otro lado. La muchacha no tuvo tiempo de decirle a su amado lo tanto que lo quería, pero su último pensamiento fue para él. El muchacho, al conocer la noticia, rompió a llorar y clamaba su nombre, fuera de si. Su dolor era tan grande, su corazón estaba tan dañado, que había perdido toda noción de la realidad. Durante toda la noche, miró la luna llena, que ocasionalmente era ocultada por una negra nube. Su mente estaba turbada, tanto, que había veces que las nubes dibujaban macabras figuras grotescas. Rostros diabólicos que se reían de él. Se reían de su desgracia. Enloquecido por la perdida, se encamino por las oscuras calles de Alfaro, llamando a su amada y llorando, hasta que cayó al suelo exhausto por el cansancio. A la mañana siguiente, por la tarde, se celebró el funeral. Las campanas de la colegiata de San Miguel sonaban lastimeramente y una fina lluvia caía con tristeza sobre el ataúd de la joven al llevarla dentro del templo. Tras la misa, comenzó el cortejo fúnebre hasta el cementerio, donde fue enterrada en el panteón familiar. A pesar de las innumerables flores que los familiares y allegados habían dejado en el panteón, el ambiente era melancólico y doloroso. El último en marcharse del cementerio fue el muchacho, con aspecto de abandono, se acerco a la puerta del panteón y prometió a su amada que volverían a estar juntos. Fue pasando el tiempo, la tristeza todavía residía en el muchacho y esa pena le estaba pasando factura. Dejó escrito su testamento y una bolsa con dinero, todos sus ahorros. Dejo de comer, dejo de beber, dejo que la vida se le escurriera como el agua entre los dedos. No le importaba, no le importaba morir. Morir de pena, morir de amor. La muerte fue a buscarlo y él la recibió con agrado. Cuando un amigo lo encontró, muerto en su cama, vio sobre la mesa, impreso en un papel, sus últimas voluntades. Desconocía que el difunto supiera escribir, y como él no sabia leer fue a buscar al maestro de la escuela. Éste se quedó atónito al leer las ultimas palabras del muchacho. En la nota, contaba que sabia leer y escribir gracias a ella que le había enseñado. Que quería morir, pero no quería suicidarse pues sabia que su alma no iría a donde ella estaba, que si lo hacia lo separaría de ella para toda la eternidad. Y por último, quería ser enterrado de pie, para velar por su amada hasta el fin de los tiempos. Así, su última voluntad, se cumplió. 

 Si algún día visitas Alfaro, puedes pasarte por su cementerio y ver esta tumba que sin duda, esta levantada por el amor de un hombre a su amada para toda la eternidad.

Comentarios

JoseVi ha dicho que…
Impresionante historia, me ha encantado :)Un diez XD, un fuerte abrazo
Rakel ha dicho que…
Gracias, mil gracias. Un beso.

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