LA CUEVA (Primera parte)

Esta historia la he escrito en exclusiva para este blog, espero que os guste.

El gallo cantó como lo solia hacer todos los dias al alba. El cielo, poco a poco, fue pasando del oscuro negro al claro azul matutino. Martín ya se habia levantado cuando el solo ya despuntaba. Tras tomar un suculento desayuno, cogió su azada, su taillo con el almuerzo y se marchó a trabajar al campo. Volvió la cabeza y vio a su esposa despidiendose con una mano. Martín le correspondió con el mismo gesto, a continuación, cogió aire y enfiló hacia su trabajo. A cada paso que daba, un vecino le saludaba o le daba los buenos dias. Era un pueblo pequeño y todos se conocian perfectamente. Martín se sentia muy agusto alli. Tenia familia, una casa, trabajo y vivia en un pueblo muy tranquilo, donde nunca pasaba nada. Bueno, eso era un decir. Cada día, Martín pasaba cerca de una cueva, en la cual, giraba una terrible leyenda. Se decia que en los tiempos de la inquisición, un padre dominico mandó arrestar a un grupo de brujas en pleno aquelarre. Lo que el padre y los soldados del rey vieron al llegar alli fue terrorifico. Cuerpos mutilados de niños exparcidos por toda la cueva, sangre en las manos y caras de las brujas y el simbolo de Satán pintado en sangre en la pared. Todo aquello dejó huella en la cuerva y hay quien dice, que en la noche de Todos Santos a Difuntos se oyen niños llorar y risas malevolas de mujeres. Por ese motivo, los habitantes del pueblo tienen la tradición, ese dia de permanecer en casa toda la noche y rezar por las almas de esos pobres niños. A pesar de haber pasado más de cuatrocientos años, nadie se atrevia a aproximarse a la cueva, pues las brujas maldicieron el lugar. A Martín siempre le daba escalofrios y temor al pasar por alli. La cueva estaba a los pies de un cerro de piedra dura y muy escarpada, donde algunos cuervos pululaban agitando sus negras alas, graznando de forma siniestra. Martín aceleró el paso, mirando al frente y procurando no mirar a la cueva. Eso lo hacia todos los dias, pero más miedo tenia, cuando se acercvaba el dia de Todos Santos. El dia antes, decició volver a casa antes. El cielo se nubló y la noche cayó de inmediato sobre el pueblo. Nadie salió de su casa, no se oia nada, ni siquiera el aullido de algún perro. Martín estaba sentado ante la chimenea junto a su esposa y sus dos hijos. Ya habian cenado, por ese motivo, Martín mando a sus hijos a la cama. Cuando su esposa salió de la habitación, se sentó junto a su marido y se santiguó. Fuera de la casa, un fuerte viento sopló con furia. Los árboles se agitaban con violencia, cuyas ramas golpeaban las ventanas. Tanto Martín como su esposa, comenzaron a rezar, más por miedo que por otra cosa. Martín abrazó a su esposa sin dejar de rezar. El viento ululaba fuertemente y habia momentos que les parecia oir a niños llorar y mujeres reir. Ambos, espantados, rezaron con todas sus fuerzas. Su esposa agarraba con una mano, una pequeña cruz colgada de su cuello, con todas sus fuerzas. Permanecieron toda la noche despiertos y rezando sin parar. la mañana siguiente salió fria y lluviosa.
Tras la misa y visita al cementero, Martín y su familia volvieron a casa. Al llegar a la plaza, vieron al alcalde, Don Ramón, hablar con un forastero. Se estrecharon las manos y el forastero le dio las gracias. Don Ramón se quedó alli, viendo como el forastero se alejaba con una sonrisa en la cara.
- Hola Martín -saludó Don Ramón al verlo aproximarse- ¿De misa? Os he visto, pero me he tenido que ir antes por un asunto muy importante.
- ¿Quién era ese hombre? -preguntó Martín con gran interés.
- Es alguien que se ha interesado por la cueva de las brujas.
- ¡Jesús bendito! -dijo asustada la esposa de Martín, santiguandose- Será mejor que me lleve a los niños a casa.
- Si, ve -le dio un beso en la mejilla a su esposa y añadio- Portaros bien, niños -Martín los vio marcharse, al doblar la esquina se giró al alcalde y dijo- ¿Cómo que se interesa por esa cueva maldita?
- Simplemente que la quiere comprar.
- ¡Ese hombre esta loco! -exclamó escandalizado Martín.
- Lo sé. Por eso voy a convocar a todo el pueblo y exponer esto que te acabo de contar.
Al dia siguiente, todo el pueblo se reunió en la iglesia, el unico lugar público donde todos cabian. Don Ramón expuso la posible venta de la cueva maldita al forastero. El párroco fue el primero en aprovar la venta. Al final, todos estuvieron de acuerdo, aunque Martín puso una pega, "la pena que no pueda llevarsela" dijo. Y era verdad. El alcalde les explicó que aquel forastero estaba al corriente de la leyenda que envolvia a aquella cueva, a lo que el párroco exclamó que el posible comprador estaba endemoniado. Pasados unos dias, el alcalde anunció en el pregón, la venta de la cueva al forastero por una cuantiosa cantidad de dinero. Todo aquel que lo leia se santiguaba. Martín fue uno de ellos. Tres dias después, Martin vio al forastero merodeando por los aledaños de la cueva. Forzó la marcha para pasar cuanto antes, pero el forastero lo vio.
- ¡Eh, oiga! ¡Espere! -Martín no queria ser descortes y se paró. El forastero le dio alcance enseguida- Me alegro ver a alguien del pueblo por aqui. Me llamo Daniel Garrido, el nuevo propietario de la cueva...
- Se perfectamente quien es usted -contestó secamente, sin dejar de mirar de arriba abajo a su interlocutor- Yo soy Martín Rios.
-Un placer -Daniel le extendió una mano a lo que Martín dudo un instante. Al final, se la estrechó sin demasiado entusiasmo- ¿Le gustaria ver la cueva? ¡Es una maravilla!
- ¡NO! -Martín dio un paso atrás, ante el espanto que le causó tal oferta.
- ¿Por qué no? Es muy bonita.
- ¡Esta maldita!
- No lo esta -Daniel rió con ganas, acto que asustó a Martín- Si la vieras...
- ¡No! ¡He dicho que no! ¡Gracias!
Se fue como alma que lleva el diablo. A medida que se alejaba, escuchó como la carcajada de Daniel se iba apagando. "Endemoniado" pensó asustado y acongojado "Tiene el diablo dentro" y mientras caminaba, rezaba para ahuyentar esas ideas.
(Continuará...)

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